
Falta de sueño: el detonante de un gran número de enfermedades metabólicas: En su publicación, el especialista también señaló que sentirse no valorado en el trabajo o en el entorno familiar, combinado con un sueño deficiente, puede activar de forma constante el sistema de defensa, provocando inflamación que se mantiene en el tiempo y desencadena enfermedades metabólicas, digestivas y cefaleas crónicas. Otro foco importante que Verdaguer mencionó es el rol de los patógenos presentes en la flora intestinal o bucal: “Cuando hay un patógeno también se generan inflamaciones”, explicó. Señales como sangrado de encías o alteraciones digestivas son, en su opinión, indicios de esta respuesta inflamatoria inmune que no debe pasar desapercibida.
El vínculo entre sueño e inflamación: La hipótesis de Verdaguer encuentra respaldo en diversas investigaciones. Un meta análisis publicado en Somnologie sostiene que la relación entre el sueño y la inflamación es bidireccional: el déficit de descanso eleva marcadores proinflamatorios y, a su vez, esos mismos mediadores dificultan un sueño reparador. Estudios clínicos también han demostrado que someter a voluntarios a privación de sueño durante al menos 24 horas eleva significativamente los niveles de citocinas como IL‑6 y proteína C reactiva, involucradas en enfermedades metabólicas. Por su parte, la National Sleep Foundation también destaca que la falta crónica de sueño puede desregular hormonas de apetito como la leptina y la grelina, incrementando la sensación de hambre y favoreciendo el aumento de peso.
Por qué importa lo que sentimos y dormimos: Verdaguer subrayó que el cuerpo utiliza la inflamación como señal de alerta frente a desequilibrios prolongados, no sólo ante infecciones. Ese estado constante de defensa repercute en varios niveles:
Metabolismo: favorece resistencia a la insulina y acumulación de grasa.
Sistema digestivo: puede provocar dolores y trastornos gastrointestinales.
Dolor crónico: amplifica molestias musculares y articulares.
Como apunta la evidencia citada, el descanso reparador y el equilibrio emocional deben considerarse pilares esenciales dentro de un enfoque preventivo integral para la salud.